miércoles, 27 de abril de 2011

Capítulo 6 LOS TRES DESEOS


Durante buen rato, Ofelia ha permanecido boca abajo sin dar la cara al Sol. No quiere pensar en nada que lo lleve a él, pero una y otra vez el rostro de ese hombre se le aparece con la misma expresión risueña con que saludó en la en el pasillo del hotel.
No quiere pensar, pero las horas intensas de estas últimas noches irrumpen con cierta violencia en su memoria. Ahora siente que una mano se desliza por su cuerpo y le cosquillea la nuca, es el sudor que resbala por sus senos y un deseo en libertad  la recorre de nuevo.
Con rápidas maniobras se dirige a la alberca  y una sensación fría la devuelve, por fin, al entorno de ese jardín. La mujer sonríe mientras bracea en el agua y por primera vez piensa en él plenamente…es su privilegio.
Pascal, entretanto, decidió endosar al personaje de la novela los acontecimientos que serían resultado de lo que le estaba pasando a Ofelia y que le habían afectado en los últimos días. Era la mejor forma de irlos enfrentando poco a poco,  huir de la pena y seguir de escapada.
Ofelia entró al departamento y casi sin hacer ruido, se fue acercando hasta la cama, se sentó en la orilla y justo en el momento en que Julián abría los ojos empezó a decirle:
-  Mira "Rouge", vine a pedirte un favor...
-  Conocí a un gringo estas vacaciones y necesito que me prestes tu coche para enseñarle Teotihuacan, porque con la "nave azul", como tú le dices al Wolkswagen, yo no llego ni a la esquina y el Enterpise, aunque esta viejo, jala muy bien y le caben más cosas.
Ser sujeto de novela se paga muy caro, Julián sabía que por ese privilegio tenía que entender a los demás personajes con una complicidad que conspiraba contra él mismo, pero no obstante acercó su cara a la de Ofelia e intentó salvar lo que el destino o su autor ya daban como un hecho.
-En la esquina de tu lado – respondió Julián, haciendo gala de imaginación - ahí donde estaban aquellos cojines haciendo un rinconcito a nivel del suelo, a través de la luna que es mi cómplice desde hace mucho tiempo, logré ver lo que hacías estas noches en que te fuiste al mar.
 - También me instalé durante todo el día en el pedazo de jardín que correspondía al cuarto de hotel en donde estabas y lo vi todo, porque te seguí en sueños. Inventó en ese momento, para tratar de conciliar y estar de acuerdo.
- Vi cada una de las escenas que últimamente te han pasado y sé lo que sucedió en este viaje del que no voy a reclamar nada, sólo por nuestro acuerdo de ser respetuosos de la libertad de ambos.
-Ahora bien – dijo en tono más firme – si vienes a decirme que necesitas  mi coche para irte con otro y crees que eso me va a dar celos, cuando yo me he quedado aquí sin el niño, sólo y buscando trabajo como un loco, estás en un gravísimo error.
- Y te voy a explicar por qué.
Continuó diciendo Julián, quien respiró lentamente para darse tiempo a pensar.
- Porque yo prefiero no perderte y por eso no te presto el coche, mi regalo de bienvenida es no preguntar nada y mejor  te invito a acostarte....
Se atrevió a decir esto último en un tono que pretendía ser seguro, abriendo las sábanas y fingiendo esperar con los ojos cerrados la caricia de Ofelia.
Quizás lo que debió hacer Julián era ser menos hábil y decir la verdad, algo así como.. "por favor no vayas a hacer lo mismo que yo hice contigo alguna vez, no vengas a decirme que me devuelves mi libertad, porque después de ti ya no sabría que hacer con ella y tendría más bien que sufrirla".
Pero Julián jugó esa ultima carta, aún a sabiendas de que ambos habían aceptado desde siempre cualquier actitud o conducta del otro con cierta indiferencia y sin dejarse afectar. Ese era el modo de entender la doble crisis, la del mundo y la del caos personal, y de esta forma ser cómplices y vivir el extraño privilegio de inventarse, aún que esto desembocara en un exceso de respeto al cinismo total de cada uno.
Habían descubierto y tenían la costumbre de regreso al diálogo y al consuelo final de "platicar la vida" sin importar que hubiera pasado, como una forma inédita y literaria de amarse. Sólo que esta vez Julián estaba perdido.
Ofelia, como toda mujer y tal como lo pudiera haber dicho Hortensia Mares, no solía cometer errores ni hacía comentarios hasta que estaba segura de lo que iba a hacer; podía guardar por conveniencia algunos detalles pero nunca decía mentiras y, desde luego,  tenía  derecho a irse.
En pocos segundos Julián cayó al fondo de sus propias historias y recordó que él también se había ido otras veces, y aunque había sentido tristeza de haberla dejado para irse a Buenos Aires, cuando se enamoró de aquella intelectual argentina, ningún argumento dicho entonces lo hubiera detenido.
Ambos se miraron un momento y Ofelia se puso de pié, dio media vuelta sobre sí misma y viéndose reflejada en el espejo empezó a decir:
-Mi querido "Rouge", tengo treinta y cinco años y ya no estoy tan joven.
Se miró entonces la palma de ambas manos como si mostrara una extrema  pobreza.
-Te quiero mucho, pero conocí a un gringo y está “pasando mi tren”.
Julián había utilizado esa misma frase cuando se fue,  y sabía que otros trenes aparecerían quizás, pero pensó solamente en los suyos y no que alguno se le aparecería finalmente a ella. En ese tren, Ofelia se iba a ir para siempre.
-Te pido que me des ésta oportunidad, porque como tu sabes mejor que yo, a lo mejor no vuelve a pasar.
 Dijo Ofelia, que sabía muy bien la fuerza de su argumento.
-Si me tocas me quedo - pretendió decir con humildad -  pero si de verdad tú me quieres, puedo ser feliz y vivir en otro lugar con el niño.
Julián recordó los consejos de su madre y se dio cuenta que eso era un cuento, que no podía tocarla en ese momento y que no la tocaría ya nunca más. Sabía que no se trataba de "airear" la relación y regresar a contarse, que no se trataba de enriquecer una historia  con pedazos de vida y coserlos una noche, para luego dejarlos en el suelo y regresar a esa forma de relación que intenta comprenderlo  todo.
No tenía caso reclamar, Julián sabía de sobra que el amor no se exige, no se suplica y  ni siquiera se merece, que solamente sucede y que la causa de una separación es siempre la misma: el amor que ha dejado de ser, o el otro que está pasando.
-Necesito, continuó diciendo ella, que te vuelvas el genio de la lámparade Aladino y me cumplas tres deseos que he venido a pedirte.
- Primero, el boleto de avión para Juliancito, que los primeros días se va a quedar con mi mamá,  pero que claro que puedes ir a verlo.
- Luego que cedas en un divorcio rápido y sin broncas la patria potestad del niño... y el tercero es que después de todo esto no te mueras, porque si algo me sale mal no tengo a quien regresar a contarle.
Sin esperar respuesta, tomó las llaves del coche de Julián y dejó las del Wolkswagen sobre la mesa.
-Todo lo demás te lo dejo. 
 Gritó ya de salida…
- ¿Qué querrá decir con "todo lo demás"?
Pensó Julián, aturdido por la pena.


_________________________________________________________________________
Nota: Los días posteriores iban a ser difíciles, Julián se quedaría sin Ofelia y sin lugar posible. Ser responsable de sí mismo era algo que le espantaba, porque su amor por Ofelia había sido el único “sin-sentido” de los últimos años.









*

No hay comentarios:

Publicar un comentario