miércoles, 13 de abril de 2011

Capítulo 33 LA REVISIÓN

Parte de la magia de escribir, era que al pasar de una hoja a la otra, el tiempo podía ir para atrás o para adelante, igual que los planetas en la teoría de Ptolomeo,  y al volver a las páginas anteriores, el momento podía haber quedado detenido con posibilidad de plantear nuevas opciones. El tiempo y el espacio siempre habían sido relativos, y al astrónomo le creyeron por más de mil años con tal de no estar en desacuerdo con Dios.
Por eso la propuesta de Julián no era descabellada, el riesgo estaba en la manera en que ambos se habrían integrado al paso del tiempo, quién a se había impuesto sobre el otro, o incluso si se habrían extrapolado, fundido o desaparecido.
Pascal estaba aburrido y decidió aceptar la proposición de Julián Rojo, hacer la revisión de la novela y averiguar si ahí existía un resultado, un cambio definitivo ocasionado por el simple paso del tiempo, o la reacción del otro, de aquél autor metafísico que inventaba a todos.
La adicción a los bares, como cualquier otra droga, había permanecido como un consuelo falso y cada vez más artificial en la vida de ambos.  La inseguridad de aquellos antros era lo que menos preocupaba a Pascal, porque lo realmente  molesto, era la vanidad que se había adueñado de los personajes asiduos a estos lugares, el protagonismo que estaba en todas partes, y el mundo que tardaba en recobrarse hasta el otro día, como un rompecabezas sin armar, debido a sus constantes contradicciones.
Realizar este trabajo, requería enormes esfuerzos para ambos, así que Pascal aprovechó  que tenía la tarde libre y  se dio cuenta que con motivo del tiempo transcurrido, ya no tenía inhibiciones ni pretendía culpar de nada Julián. La revisión podría empezar describiendo el entorno del sitio donde ambos estaban después de tantos años, que seguro era igual a los de antes, pero de regreso.
El problema es que seguía existiendo la misma soledad, los hábitos sin cambio, menos fuerzas quizás, y mucha cursilería como de costumbre. Lo único nuevo había llegado, en parte, con la edad;  la próstata no era un tigre de papel, interrumpía las conversaciones, avergonzaba en privado y,  la diabetes, aún con pastillas, requería  muchos esfuerzos que Pascal no estaba dispuesto a hacer. Sus rodillas, aun que estaban de acuerdo con la buena educación, protestaban cada vez que irremediablemente tenía que ponerse de pie, el cansancio llegaban ahora más seguido y las transacciones con la realidad se habían vuelto tan cínicas, que en páginas anteriores ni siquiera las hubiera podido imaginar.
Julián había ido perdiendo poco a poco  la batalla y existía sólo como comparsa. Pascal se había aceptado plenamente y ahora le gustaban las mismas mujeres de sus historias,  pero traducidas a su edad, la vida en forma de recuerdo sin discriminaciones, y los lugares donde pudiera tomar y fumar cuando le diera la gana.
En aquella cantina, un supuesto artista, grotesco, gordo, corriente, con el pelo untado de vaselina y las manos con anillos falsos, por supuesto, entonaba canciones con la ayuda de una grabadora y unas bocinas descomunales, se tomaba cada vez más confianza con los parroquianos, invitándolos a cantar,  y les hacía bromas de mal gusto.

-         Ni se te ocurra meterte conmigo.

Expresó Pascal con la mirada, tratando de imponer su intención, confusa por cierto, de ser espectador, estar alejado despreciando a todos, pero con una secreta envidia de no poder ser como ellos a causa de antiguos prejuicios, y tener acceso a una alegría tan simple.
-         Y a usted, por qué me lo dejaron tan solito mi amigo...
Dijo irremediablemente aquél idiota, que sólo encontró como respuesta aquella expresión de Pascal que no permitía mayor diálogo...
Muy mal editadas, sugeridas por una palabra suelta, un rostro, un color, pasaban otras escenas en la mente de Pascal que intentaban la conclusión sugerida por “Rouge”. Para su desgracia, en las cintas que acompañaban al cantante se habían editado las más  cursis canciones que pudieran existir, esas sí, perfectamente.
Todo en ese momento resultó ser el peor escenario para su infructuosa búsqueda y, contrariamente a la intención de Julián, había permanecido el deseo sobre aquél mágico encuentro que por la gracia de Dios o la literatura, había permanecido en la novela, porque el tiempo no cambia a las personas, solo agudiza la pena por incumplimiento de tantos imposibles y la prisión de nuestra condición humana.

-         Este, con la edad, se ha puesto más cursi.
Se dijo a sí mismo Julián Rojo. 
Olvida tu idea de platicar con alguien, sugirió Julián, cuando tocó el turno al “Grupo Barcarola”, un viejo muy encorvado pasaba un inmenso trapeador sobre la pista, y su ilusión quedaba sostenida por los hilos de una realidad poco segura.
-         Nadie se va acercar, eres malo para el baile y ni siquiera vas a
 lograr un teléfono del que puedas sacar partido mañana.
Julián, consideró que serviría de muy poco intervenir en las    intenciones de Pascal, si todo estaba entretejido por el tiempo.  
En medio quedo yo, se dijo, mirando unas caderas que igual pasan, al pobre que pide, o cualquier otra cosa que se le ocurra. Siempre de visita en los lugares, en las situaciones de las que entro y salgo sin que nada sea mío.
Se sentía excluido, abandonado a su suerte y sin ningún porvenir.
Hacer una revisión en los mismos lugares de siempre... ¡ Qué desfachatez ¡
Pascal ideó una forma de deshacerse de sus problemas utilizándome a mí y a todas las demás cosas que le fueran sirviendo;  el misterio de su nacimiento que quedó sin resolver, el miedo de enfrentar la vida, el abandono de su esposa, su  repertorio de frases hechas, o que sé yo. 
Siempre – a quien le importa –jugó conmigo su apuesta sin entender, sin principios, sin tomarme en cuenta, y sólo por no haber logrado inventarse lo suficiente, fui yo, por mucho tiempo, quien  tuvo que pagar las culpas. 
A él le quedó el espejismo de lo que había sido en su imaginación, tan inútil como todo lo demás, como todas las cosas que fue acomodando y que dejaron de ser molestas: su adicción a las fantasías, que creía más verdaderas entre más irreales, y ese asalto a las cosas inauditas que al final de cuentas acabaron igual que las sublimes, tan injustas unas como las otras,  tan sobrepuestas ambas a la vida.
Siempre terminaba rodeado de lo mismo: la cita con el cansancio, el ultimo cigarro, la clausura del momento,  el pensamiento asaltando a mano armada y la vuelta al cuaderno. Si tan solo al café de las mañanas le hubiera agregado algunas explicaciones y salido a tomar el Sol para intentar perdonarse.... Pero no, se recluyó a sí mismo voluntariamente, no se hallaba  ya, no estaba en ninguna parte. Se  recluyó a sí mismo aunque fuera a los bares y se quedó  más solo que nunca al fondo de su cartera,  estacionado en el golpe al cigarro y la pena.
Aunque fingiera buscar a alguien, nadie estaba a su altura, ninguna mujer sacaba diez.  Más fuerte que su soledad era su prepotencia de pensar que todo el mundo debía responder, casi en latín, para que él concediera dar una respuesta. Entonces empezaba a brotar su tristeza como el agua de una fuente, siempre la misma y  siempre en forma diferente. Y así, se fue de muchas cosas, se fue yendo de todo, hasta de mí.
Cuando Pascal leyó esto, sintió que todo en este tiempo Julián Rojo se había refinado un poco, se expresaba más o menos bien, había aprendido a utilizar algunas metáforas y estaba decidido a vengarse.
 Pero Pascal cerró el cuaderno y decidió dejarlo ahí, con su rencor escrito a lápiz, apenas un borrador en letra manuscrita.
Preséntate ante mí como realmente eres, lo retó Pascal, ya no te tengo miedo, cuando vio entrar a una mujer, ya grande, a la cantina.
- Quiero saber si tienen la letra de la canción en la pantalla.
Preguntó más tarde al masero, micrófono en mano y alzando la voz para hacerse notar del animador y no precisamente de Pasccal.
Pero la imaginación es naturalmente evasiva, las palabras responden a esa necesidad esencial de novedad que caracteriza al psiquismo y se revelaban para Julián como un devenir inmediato.
Por eso Pascal cruzó los dedos por enésima vez y mentalmente preguntó a Julián: ¿ Qué no viste cómo se quitó el abrigo sensualmente para que yo la viera ? No ves que ahí hay un mensaje...
La mujer cantó la primera parte de  “Un mundo raro”, manipulada por el gordo de los anillos, que ahora caminaba entre las mesas y que solicitó un aplauso a los comensales, mismo que ella agradeció cumplidamente. 
Pascal empezó a entretejer su  historia con ella, sin atreverse a seguirla viendo de frente, porque su mirada ya era tan obvia que lo había delatado.
-         Ahora si, hermano, - le dijo Julián, en tono de burla -  ya me di cuenta que cuando fue al baño, caminó para ti, se iba moviendo como para que tú la vieras.
Qué es lo que le queda si yo no invento algo. Se dijo el bueno de Rojo, sintiendo un poco de lástima.
-Todo llegará cuando suceda.
Respondió Pascal, cayendo en la trampa. 
En este marco continuaron llegando, incomprendidas, todas las demás cosas, justo en el momento en que el cantante reapareció,  dueño del escenario, para decir a todos:    
Que esto, que lo otro.... ¡ Salud !
                                                                                                          


Nota:  Obviamente que la solución para Julián no estaba en trastocar el tiempo en la novela; el ensayo había fracasado, porque de ser cierto este capítulo, Pascal no había crecido y ni aún siendo viejo se encontró nunca, mantenía el mismo comportamiento con o sin la influencia de Julián y este no podía ser el final, no había conclusión y habría que intentar otra cosa o esperar el milagro de una aparición







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