martes, 26 de abril de 2011

Capítulo 21 CAMINO A LA OFICINA

  
Ni Pascal ni Julián se ponían de acuerdo en cómo escribir una carta a su hermano, ambos tenían su propia versión de la verdad y querían decir lo propio. Quizás debieron intentar escribir algo que expresara las cosas sin esa prepotencia que tenía Pascal en contra de quienes no leen filosofía y que confesara, antes de la firma, que en el fondo  eso no sirve para nada.
Julián, por otra parte, pensaba en una carta que no fuera espejo ni pretexto literario, una carta sin yerbas ni especias, sin comentarios que sazonaran a otros comentarios evocadores sobre algo que estuviera leyendo Pascal, y que eran como verse en un espejo que no venía al caso.
Julián pensaba, pues, en una simple carta que al abrirse hiciera de los dos alguien que no esperaban, y que empezara  con algo así como:
 “Me duele el corazón siempre que fumo y por tanto café. Sé que no estoy en mi sano juicio porque sigo intentando la misma novela y no he logrado resolver aquello de no tener un plan de vida.
Fuera de eso estoy bien. Ayer me saludaron, estaba de corbata, traía mi mejor traje y aquél compañero que conocí en la primaria, creyó que se había cumplido esa promesa sobre mí,  que nunca supe bien que era”.
Propuso Julián,  como inicio sincero de su carta.
-  Esta bien, pero tenemos que caber los dos.
Dijo Pascal y escribió por su cuenta:
“Sucede en las mañanas que me duelen los huesos, me duelen no sé por qué, es esta falta de ejercicio, exceso de sueño, batallas que ya ni recuerdo.  Me dices que te escriba, que te diga qué pasa. No te preocupes, yo estoy bien, pasa lo de mis huesos, salgo temprano de la casa, extraño mucho a Ofelia, hago pronto la cama, tardo en prender el baño, no encuentro un cinturón, me llevo un libro para atravesar la ciudad y de repente ya estoy en el "metro". 
Miro todas las caras y pienso en las teorías de Einstein, la física cuántica o cualquier otra cosa que me distraiga mientras viajo, escucho las conversaciones, desvío la mirada hacia un monedero para sentirme solidario con los pobres. Recuerdo aquel ejemplo aprendido en la secundaria, de que si este vagón fuera a la velocidad de la luz, a mí me daría tiempo de ir y venir unas seiscientas mil veces, sin que el reloj checador de mi oficina hubiera avanzado un segundo.
Hay un verdadero mercado en las estaciones de trasbordo, y es posible encontrar relojes baratos, carteles, dulces americanos, medias para mujer o aparatos eléctricos. Una patrulla de cuerda que estuve a punto de pisar, choca contra un cerro de chicles y yo me compro unos "Pall Mall" de contrabando (Wherever Particular People Congregate),  como un pequeño lujo que se daría un hombre como yo.
Trasbordo a otra línea, parte de la odisea, y ahí abro mi libro. Al leer la solapa me doy cuenta que estoy tratando con un conocido, que conozco sus cuentos y que me recuerda épocas de estudiante en Argentina y me digo: !Caray, si me robó la idea¡
Me robó el argumento mismo de esta carta, el pedazo de vida.
 Él también toma el "subte", como allá le dicen, soporta el dedo de su jefe en sus papeles, e  igual que a mí en sus ratos libres le llegan todas las musas.
Cambio a una pesera y miro los anuncios que están en la avenida, son los mismos anuncios de siempre, los mismos comercios, talleres, renovación de llantas. En la parte de enfrente, sin inhibición alguna, va sentada la novia del chofer que es una nueva causa de envidia para mí,  porque no tiene que ir a trabajar, anda de visita y de paseo al mismo tiempo, sin preocuparse por nada, asumiendo la ruta distinta de su conversación:
- Enton's qué, ¿Vas a pasar a la noche?....dime, pa´ esperarte.
Es una moderna soldadera urbana subida al minibús que avanza arbitrariamente en plena avenida de la Revolución, y es un democrático ajonjolí para todos los moles, insinuante y provocativa, además de un riesgo de choque con consecuencias graves para cualquier pasajero.
Así, llego finalmente a mi oficina e intento olvidarme de que soy de los "otros", de los que vuelan, de los que no se conforman con una explicación que no sea total del universo y que además sea bella.  Ya sabes, soy de los locos irredentos que juntan las palabras o las abren, como los niños a sus juguetes, para ver que tienen dentro.
Antes de que me llamen a causa del primer asunto, me devoro rápidamente una circular, dos saludos, tres caras, un auténtico beso en la mejilla; sazono previamente todo esto con especias lejanas y vuelvo a pensar en un Einstein cordial, sencillo, como un relojero en un pueblo pequeño que sale a cazar mariposas los domingos.
Entonces pienso que aunque realizó la mayor proeza de reflexión al concebir el universo, también tuvo que aceptar su juego, liquidar  la deuda y envejecer igual.  Lo imagino diciéndome que lamenta mucho haber dejado el violín por las  ecuaciones, porque roer el tiempo no sirve para nada…
Qué más quieres que diga, estoy bien, no me conformo, sufro un poco a veces, pero no me conformo. Igual que la canción, creo que soy de "un mundo raro", e igual que las sirvientas de la casa paterna siento que "no me hallo".
Me gusta de ti la parte que tiene que ver conmigo y el resto de cosas que tienes las envidio;  tu forma de ganarle a la vida guardando el equilibrio y también olvidarte de ello en ocasiones para platicar simplemente conmigo, con un desprendimiento que intenta comprender.
Sigo con la novela -ésta carta es parte de la novela - y ahí, al personaje, le tengo destinada la idea de un cambio; reconocerá a sus gentes, logrará multiplicarse hacia cada uno de sus hijos, caminará por un jardín y visitara cada una de las historias donde fue feliz.
No sé mucho más, ni siquiera de mí, temo aburrirte y adivino que estás ocupado. Recibe el testimonio de mi afecto indudable, mi intento boxeador de propinarle un "nocaut" a la distancia en esta misma frase: "te quiero bien", como si fuera un "uper cut". 
Utilizo este lenguaje porque yo sé que en la vida eres un peleador.
Firma, tu hermano menor”.
En la carta mental que Pascal nunca escribió, había guardado imagen frente a sí mismo, abordado el metro y terminado de leer su libro en un parque, porque estaba desempleado y no tenía donde ir.











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