martes, 26 de abril de 2011

Capítulo 23 BANQUITO DE PIANO BAR

Sin poder prescindir de frases hechas, Julián, inexistente para los demás y prisionero en el papel, tendría que renovar cualquier escena impuesta por su  autor...
Lo importante, lo verdaderamente importante a su destino – empezó a escribir Pascal - es que Julián se dé cuenta que existe otros valores, y esto sólo podrá darse a través de la aparición de un amor ejemplar que suceda en su vida. Entonces tendrá un verdadero cambio que lo haga mejor, un destino único y un perfil para el cual todo lo demás será accesorio.
A partir de ese momento, Julián Rojo fue prisionero de la imagen de una mujer con un vestido negro hasta el cuello, de algo que pretendía ser un icono ruso colgado a la entrada de una casa vieja, y de la plática sobre un confesor al que ella evocaba como un recuerdo de su infancia.
Desde luego que el idiota de Pascal va a pasar por alto todo un capítulo donde podría yo hacer el amor- pensó Julián -  y en cambio me ubicará siempre en lugares públicos donde nunca nos atreveremos a tocarnos.
Vivirán – prosiguió escribiendo Pascal, imperturbable - libres de toda forma de pecado y platicarán los domingos con las visitas reunidas en la sala, mismas que habrán de retirarse a una hora prudente.
Olímpicamente y con ese punto y aparte, Pascal se había brincado a corregir otro capítulo, hasta la mañana siguiente, cuando escribiría varios párrafos sobre la forma sublime de mirarse a la cara, lo que presagiaba una vida casi monacal para el bueno de “Rouge”. 
- Ahora me va achacar todo esto,  sin una escena donde pueda beber una cubita, ni encendido un cigarro para platicar, ni siquiera concebido una manera de divertirse, protestó nuevamente Julián, quien se atrevió a interrumpir en la computadora esa misma noche y antes de que Pascal continuara su aburrido relato.
!Hay que joderse con la falta de imaginación ¡
Exclamó Julián.
-Hay que joderse si ese es el cursi y  “original destino”, inspirado en no sé que traumas, que han decidido para mi.
Pascal había exagerado en su venganza por lo sucedido con Nela, pues lo que realmente necesitaba Julián no era una santa, era solamente una explicación que le llegara desde afuera, porque como muchas personas que vivían una crisis, ya no sabía lo que quería y tenía miedo de abandonar una forma de ser si antes no le aseguraban un lugar seguro.
Y todo esto que le pasaba a los dos, era también una consecuencia. Sucedía todo tan rápido en términos de lo escrito, que nunca se habían dado cuenta que la vida era una sola, que no se podía estar yendo y viniendo ni adoptar una nueva por un rato, sino sólo cambiar la propia. 
Y como Julián siempre se había ido de una mujer a otra y esto lo hacía muy rápido, tampoco había esperado a que le dijeran algo, ni dado la calidad de que otro punto de vista lo hiciera reflexionar. Pascal nunca había puesto las cartas sobre la mesa, no sabía cómo y prefería mentir.
Sólo el abandono de Ofelia,  podría informarle de su posible salvación para no estar brincando de una de forma soledad a un falso consuelo, para no estar siempre de regreso y procurarse “el momento” sin ninguna consecuencia ni crecimiento para él.
Pero Julián estaba seguro de que el único sentido de redención que pudiera existir, era la reaparición de Ofelia en el mundo real, que estaba obviamente fuera del escrito,  pero sólo para Pascal y no para él, que era nada mas un personaje.
Yo no tengo por qué soportar a un autor mediocre que prefiere pensar en amores sublimes, que ya dieron vuelta a la página, o que quizás va a llegar hasta imaginarse a una abuelita tierna, con tal de no hacer nada que le afecte o le  parezca de mal gusto.
Con lo fácil que sería divertirnos los dos un rato, como cualquier hijo de vecina y olvidarse de la vieja ésta que pinta muy aburrida y que Pascal piensa que va redimirme. Bastaría un poquito de buena voluntad, para imaginar unas muchachas que llegaran a un bar, tomar todos una copa muy  contentos y agregar unos cuantos párrafos con un poco de acción.
Ciertamente, las cosas podían ser distintas y un tercero, banquito de piano bar, llevaba un buen rato esperando la llegada de Julián, quien se sabría descubierto al momento en que lo reconocieran los meseros, pero también en familia, en la única familia posible con la vida que llevaba.
. La soledad abría sus alas como a eso de las seis, misma hora en que el pianista se dignaba acompañar al primer aficionado e ignorado intérprete o compositor.
Y ahí, desde la altura de su asiento junto al piano, Julián Rojo imaginó que llegaría una mujer con vestido escotado y zapatos de tirita imitación charol. Así que pensando en ella y subido en ese banquito de piano bar forrado de piel negra, pudo observar que el primer cliente empezó a cantar apenas un  poco después de la hora señalada.
Y es que sucede  siempre, después de oír a Agustín Lara, que todas las actitudes se revelan y las historias más audaces o tristes se muestran en el rostro, como formando parte de una fotonovela. El espejo del fondo presenta a los extraños, hace a los solitarios brindar con ellos mismos y es posible grabar en la memoria el rostro perfecto de la mujer amada. Entonces se puede dejar la decisión suprema a Dios y al mismo tiempo morir por un recuerdo.
 ¡ A la canción se le permite todo! 
La palabra "champán" se servía  hasta el borde de todos los oídos y  se podía compartir el humo total de un cigarrillo, justo cuando el encuentro iba haciéndose un lugarcito junto al piano y los pedazos de canción, al vuelo, buscaban refugio en la historia personal de cada uno como invadiendo un nido.
El encuentro frenaba un poco su audacia frente al recuerdo quinceañeril,  pero no menos verdadero, de un amor para siempre que sólo es posible imaginar a los quince años, cuando una mujer hace su esperado  debut en sociedad y el  humo del hielo seco, en vez de bajar, sube por la escalera. Un recuerdo que queda tan grabado que en algunos momentos vuelve a aparecer, como la edad de oro. 
Desde la altura de ese trono, banquito de piano bar forrado de piel negra, Julián pudo observar a varios de los cantantes tomar el micrófono con aires de prolongar su debut y no obstante ceder el este mismo privilegio a sus compañeros de tristeza después de dos canciones.
Bajo el concepto undívago de "la bohemia", aquél grupo de seres, cómplices de planeta, compartían solidarios y mágicamente hermanados por lo cursi, una parte de su absurda y mortal existencia.
En estos lares y gastando su último dinero andaba Pascal Lezama, convencido ya por  inseparable "Rouge”,  y con la crisis de los cuarenta encima, varios tequilas y su cuaderno “Scribe” sobre la barra del piano. Atrás había quedado la angustia de buscar trabajo que,  total, se haría presente hasta el otro día.
Embarcado en la nave de esa falsa sublimidad, Pascal se olvidó de que tal como suele suceder en la canción romántica, él también estaba “preso en las absurdas garras de la vida” y que de estar Ofelia, a ella le hubiera importado un soberano cacahuate sus arrebatos pianísticos y  literarios, de manera que más allá de los deseos del personaje, él era un desempleado que tenía que arreglar el closet aprovechando que no tenía la obligación de llevar a ningún niño a la escuela.


















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