miércoles, 27 de abril de 2011

Capítulo 15 MÉTODO INFALIBLE PARA TRIUNFAR

Al otro extremo de la ciudad, Germán Bidasoa, aquél de las aventuras de Fantamos y pretendiente irrevocable de Doña Hortensia Mares, consideró, por fin, que era inútil seguir esperando.
El viejo no entendía la rapidez de los cambios, se le habían agudizado los efectos de la edad y esto hacía más y más grande la distancia con el mundo real.  Julián ya no era un niño, tampoco vivía en la vecindad y las ocasiones en que llegaba  a buscar un libro de aventuras habían pasado de manera tal, que ahora consumía las horas en aventuras propias.
En cambio el viejo, a causa de la soledad, había perfeccionado distintos métodos surrealistas para agenciarse sueños, cuestión que le era fundamental. Un vaso de leche tibia antes de dormir, acompañado de la voz de Enrico Caruso en el viejo fonógrafo, y aparecía el primer amor de Don Germán en bata blanca y dispuesto a consentir a sus juveniles apremios. Unos minutos mirando una litografía de circo, guardada en una maleta que tenía etiquetas de los grandes hoteles de Europa a finales del siglo XIX, le hacia escuchar la voz de su madre que cantaba para él todo un repertorio de operetas, sin que siquiera el fonógrafo estuviera encendido.
A últimas fechas evocaba en sueños una estación de tren. Una pequeña estación hecha de madera, rodeada de árboles y soleada durante todo el día, pero en la que en cierto estadio de su evocación se transformaba por el estruendo de un ensueño metálico envuelto en una gran nube de vapor.
Por unos instantes, esa misma estación se volvía una reproducción exacta de un cuadro impresionista, con un reloj art nuveau en mitad del andén, que Don Germán había logrado conservar  en una postal y que le servía para ilustrar a los vecinos, cómo era que había llegado a París en uno de sus múltiples viajes por el mundo real.
Después de eso, la estación recobraba otra vez el tono íntimo que reclamaba su sueño, volvía al entorno de su pueblo natal y el tren iniciaba su oradación por la sierra, como un modesto gusano color gris que rodea a una manzana. Don Germán podía, entonces, conversar con cualquier pasajero sin ninguna dificultad, asignándole al tren otra hora de partida y consignando en una libreta, al día siguiente, los resultados de aquellos encuentros que le informaban de vidas distintas  y lugares de todo el mundo.
En realidad todo esto, y no obstante la magia que para los modestos espíritus pudiera significar su fantasía, no era sino un ejercicio elemental que distaba mucho de su verdadera capacidad; su vasta cultura y lo fértil de su Imaginación, lo habían convencido de que la única forma decente de ser en la vida, era la de soñar...
Ningún hombre que se preciara de ser realmente inteligente podía conformarse con los modestos logros de una existencia siempre precaria que no alcanzaba para lograr la certeza de una auténtica plenitud, porque la vida toda era un lapso muy corto y sujeto a muchas vicisitudes. Por tal motivo, el único método para transitar de la actitud socrática a la certeza de ser realmente excepcional, era simplemente soñar.
Por qué conformarse sólo con ser artista, filósofo, industrial, conquistador o poeta, si en sueños él había logrado ser rey o faraón en varías ocasiones; si había asistido respetuosamente al sermón de la montaña y presenciado el milagro de los peces y panes sin ningún fanatismo,  o llegado con Magallanes a su estrecho sin una pizca de hambre, y saludado de mano, si no al almirante portugués, si a Antonio Pigafetta, aquel famoso cronista del viaje de circunavegación al mundo,  con quien conversó algunos minutos sobre la cubierta del Victoria.
¡Cuántas veces fue interrumpido en momentos sublimes por esos seres menores,  prisioneros de un mundo real ¡
En cuántas ocasiones Maquiavelo daba sus lecciones vestido de etiqueta y desaparecía brutalmente por un  toquido en la puerta, o el griterío de alguna fiesta de insensatos incapaces de comprender el discurso del sabio. 
! Quién demonios iba a entender que Napoleón estuvo a punto de volverse a escapar de la isla de Elba, Ghandi pudo salvar la vida, o Gohete escribir un tercer Fausto, si tan sólo el portero de la vecindad no hubiera puesto a calentar el motor de su taxi !
Ningún sueño podía comprometerse con la realidad sin llevar a cuestas el germen de su frustración, ni existía otro método para salvar la distancia entre sus legítimas aspiraciones y la amarga realidad de la existencia. Luego hacer depender un sueño de la vulgaridad de las conversaciones o el ruido que hacían los demás, era simplemente un error.
Y así, poco a poco, al ir avanzando en edad y experiencia, Don Germán lograba dormir más y más sin la necesidad de medir un tiempo circular donde él lograba ser tantos otros. El viejo era jubilado y poseía unas modernas cortinas metálicas que desafiaban el movimiento de la tierra   y su esfericidad frente al sol, y esto  lo apartaba de quienes se empeñaban en platicar tonterías o hacían gala de sus modestos triunfos, irrumpiendo a toda hora aquella plenitud alcanzado por el esfuerzo. Pocos sabían que Don Germán Bidasoa, gracias a sus conocimientos sobre mecánica celeste, historia universal y física, había logrado después de múltiples ensayos no sólo predecir, sino acomodar los signos del zodíaco con absoluta precisión.
Por este motivo y ante esta enorme responsabilidad, sabiamente había  llegado a la conclusión de tomar algo más alentador que lo animara a decidir sobre estas fundamentales cuestiones, razón por la que decidió alternar este honroso y difícil trabajo, con su permanencia diurna, muy breve por cierto, en una cantina cercana a su domicilio.  
Después de dos o tres tequilas dobles y al tirar los dados de un cubilete, Don Germán hacía  sus cálculos, presagiaba el destino de los hombres claves de cada nación del mundo, rehacía la historia, manejaba destinos repasando las noticias del periódico y reparaba injusticias con el concurso del azar.
Pero una mañana, ya cerca del mediodía y antes de correr las cortinas que lo aislaban de la vulgaridad del mundo, le pareció ver, en una mancha de humedad que estaba en la pared de su cuarto, un mapa distinto de la  Europa que él suponía. Pensó si esto sería la consecuencia de alguna vez haber retrasado la caída del imperio Romano cien o doscientos años, para evitar que la crisis no fuera tan violenta, e intentó traducir algunos nombres presumiendo que estarían en latín.
Pero Don Germán no se daba cuenta que el mismo azar le estaba informando  que su método no era el único para transformar el mundo, porque seguía habiendo guerras injustas, matanzas, hambrunas e invasiones, y todos estos cambios se estaban dando sin su consentimiento.
_______________________________________
Nota.- El closet sigue sin hacer y la desidia ahí va….

















*

No hay comentarios:

Publicar un comentario