miércoles, 27 de abril de 2011

Capítulo 3 EL PRIMER AMOR

El día siguiente transcurrió sin prisa, con sólo un café negro y la televisión sin encender. Pascal Lezama permaneció aislado por la lluvia, tratando de escribir y suponiendo que una novela debía empezar por el principio,  que la soledad de Julián no tenía por qué aparecer tan pronto y que desde el primer momento lo había condenado a ser un perdido, un libertino.
Pero además, su infancia llegaba esa tarde a él sin que se diera cuenta, como si se quitara los zapatos para no hacer ruido, aparecía de repente y no porque él quisiera, sino sin querer. 
Era como salir de una estación del metro, subir las escaleras y encontrar de repente a la catedral;  no recordar de qué manera se llegó hasta ahí, ni por qué arriba esa sensación de verla como si fuera la primera vez…
El domingo abrieron la carpa cerca de la estación del tren, a una cuadra del callejón, recordó Julián sin remedio.  La carpa se llama ”Caralimpia” y yo no sé de dónde, porque el piso es de tierra y por afuera se ve retemugrosa. Desde las cuatro empiezan las tandas, tocan una música bien padre y a la entrada venden fruta, veinte centavos por una rebanada de piña pero te embarras todo.
Mi amigo el "chino" no se limpia nunca los brazos, por eso una noche soñé que se lo comían las moscas y ya después no podía ver al “Chino” sin acordarme. Dice mi hermano mayor que no es bueno soñar eso de los amigos, porque después uno tiene la culpa de lo que les pase algo por haber pensado mal. Es como "echar el mal de ojo” y eso hasta puede hacer que al otro se lo “cargue la ley”. 
Aunque la verdad ya ni sé, en la casa nadie soñó nada de mi papá y de todos modos se lo cargó la policía, disque por “sospechoso” y todavía no ha vuelto.
Pasé toda la mañana haciendo mandados y juntando lana porque tenía  muchas ganas de  ver a los artistas, hasta saqué los dos pesos que le gané al “Jarocho” en la rayuela y que tenía guardados para comerme unas quesadillas.  El “Jarocho” ya tiene diez y seis, siempre trae lana, y aunque mi hermano diga que es mal habida, yo veo que él siempre anda retecontento.
La carpa es bien  bonita, tiene hartas fotos a la entrada para que te des un quemón de lo que pasa dentro y muchas luces y bancas para sentarse. Yo creo que así han de ser los teatros que están por el centro, pero han de ser todavía más grandes.  A mí me gusta mucho por el resto de focos que están prendidos y porque es calientita, porque uno se da cuenta que adentro está la música y aunque no hubiera nada, también dan ganas de echarse unas canicas en el piso de tierra, sólo que no se puede, porque apagan la luz y sacan a todos después de cada función.
Yo creo que es para que se puedan ir a dormir los artistas.
¡Por fin junté tres pesos! La tanda cuesta uno cincuenta pero yo invité a ”Nahual” porque es mi cuate,  jala parejo y porque ir solo no tiene chiste.
Cuando entramos nos dieron un boleto que sirve para dos veces y si lo pierdes, pues te amuelas y te sacan. Yo lo guardé bien apretado pero se me arrugó y se mojó todito, porque a mí me sudan las manos.
Ya que va a empezar la función abren  unas cortinas rojas y sale una chava bien molacha que canta con un disco y moviendo nomás la boca…  ¡Uyy!, así que chiste.
Luego sale una señora que más o menos se  parece a mi mamá, sólo que mi mamá está menos, yo no sé, menos gorda, vestida distinto y como que yo no me puedo imaginar a mi jefa moviendo tantas partes al mismo tiempo, además de que mi mamá no tiene los ojotes tan pintados ni esas pestañotas. La señora se llama “Flor de Egipto”, todos los hombres le echaban sus albures y luego le aplaudieron para que volviera a bailar.
Uno que se llama el “Furrufias” traía pintado un bigotito y la camisa más remendada que yo, pero es bien cuate, le echa a uno sus mentadas pero a la buena. El  ”Nahual” se reía mucho, perdió su boleto y se tuvo que meter debajo de la banca para que no lo vieran, pero con la buena suerte de que se halló la mitad de un chocolate que todavía estaba bueno.
En la segunda tanda salió un viejito, que dizque era mago, ni hacía nada, nomás sacaba mascadas de la manga y todos hacíamos como que no se notaba, nos hacíamos güeyes porque el mago estaba muy ruco y total, qué le cuesta a uno.
Al final salió una chava bien bonita, se llama "Selene del Mar" y baila también, pero diferente. Nadie le apludió porque estaba muy flaca y nomás se nos quedó mirando al Nahual y a mí, así que yo me quede apludiendo hasta que me ardieron las manos.
Cuando sea grande voy a ganar harta lana y me voy a casar con ella.


Nota: Varios años después, Julián y Selene del Mar se cruzaron en la misma calle sin reconocerse. En realidad ella ya no estaba tan flaca y Julián pasaba por ahí, o era que Pascal daba vuelta a una hoja del cuaderno. Lo cierto es que ya no bailaba en  ninguna carpa,  formaba parte de una sonrisa compartida todas las noches con otras dos morenas en una misma esquina y había adoptado un nombre distinto,  en realidad cualquiera que le gustara a su cliente.





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