martes, 26 de abril de 2011

Capítulo 17 SENTIRSE COMPLETO













Pero el caso es que Julián ya estaba ahí, sin haberlo pedido y sólo porque Pascal decidió tomarse una cerveza,  sin que él  pudiera dejar de imaginarse, pero sin poder actuar por su cuenta.
A la mesa de junto ya había llegado alguien a platicar con la supuesta madre soltera, escena que cuando menos se acercaba a su vaticinio de que salía “a ver que pesca”, y Julián se dio cuenta  que no podría hacer nada si Pascal no creaba la circunstancia que borrara al enemigo.
Después de todo, ¿qué le costaba al envidioso de su autor escribir un capítulo más, una simple cuartilla donde él saliera triunfante?
En su calidad de personaje Julián Rojo estaba prisionero de una conducta que pasaba por varios procesos que iban, desde la simple ocurrencia de Pascal, su proceso en una mente un tanto desquiciada,  hasta su descripción en la computadora, donde la mayoría de las veces permanecía a la expectativa, porque aquél escribía con muchísimo desorden.
 Vivir así era, en el caso de Julián, era muy injusto y complicado.
Si bien era cierto que le gustaban las mujeres, nada más esa parte tenía a su cargo. Siempre sin poderse quedar, siempre  sin realizar los hechos hasta donde hubiera querido y teniéndose que ir cuando el otro lo decidiera.
Pero eso sí,  cargaba con la tarea de lamentar el abandono de Ofelia todo el tiempo,  una mujer que él ni siquiera había logrado conocer, ni realizado ninguna forma de amor con ella,  porque su aparición en la novela se había retrasado hasta mucho después de que se fue.  Y todo  esto de tener que satisfacer siempre las necesidades que le inventaba su autor, lo habían hecho tener que  dejar recados en la computadora para ver si le hacían un poco de caso, para tratar de conmoverlo, para que Pascal fuera más centrado y se diera cuenta que era  muy  injusto abusar así de un personaje.
Por qué tenía que adjudicarle una personalidad irreflexiva de frustrado donjuanismo todo el tiempo, si solamente el conocimiento de la dinámica inconsciente de su conducta - esto lo recordaba porque Pascal lo había subrayado en un libro de sicología - permitiría aclarar sus raíces, su desarrollo y la energía de la que estaba cargada.
Lo que pasa es que eso lleva años de siquiatra y aquél finge no recordarlo, argumentó Julián.
Es su vida la que no tiene proyecto ni argumento y por eso busca pretextos. Pascal no se atreve a decir algo que aclare lo que esta pasando  y piensa que es el dueño de la llave que me deja salir a la calle, como un hombre frustrado, cada vez  que le da la gana.
! Ojalá me dejara en paz! 
¡ Que arregle ese closet de una vez o que se ponga  trabajar ¡
¿Por qué tiene que intentar escribir una novela en lugar de una carta a su hermano, que está preocupado por lo que le pasa?, ¿por qué no se pone a regar las plantas o bolear zapatos en vez de jugar conmigo?

Y la verdad, es que era una tragedia para el buen “Rouge” que no pudiera contar con el recipiente que diera forma a su intención de tener y dar consuelo verdadero, y era por eso mismo que sentía tanto eso de ser un personaje y no un hombre cualquiera.  Hubiera querido ser alguien mejor escrito y con menos frases hechas, alguien a quien le hubiesen podido poner un punto y aparte para nacer libre, iletrado y sencillo, en lo que imaginaba  sería el paraíso de lo cierto...
Pero  Pascal no cayó en la trampa y a pesar de esos argumentos, durante el resto de la noche aquella mujer apenas volteó a verlos y él, más bien, atendió al asalto de su  preocupación por no tener trabajo,  aunque fuera ahí, frente a su cuaderno. Haber dejado actuar a "Rouge" en esa circunstancia, hubiera sido estúpido y también arriesgarse a que los dos les rompieran la cara.
Por su parte Julián, no se resignaba tan fácilmente y todavía se atrevió a demandar el derecho a ir en su propia busca, sensación que lo acompañaría por muchas páginas  y no se esfumaría hasta sentirse completo, cuando el encuentro definitivo se diera y hasta el momento en que Pascal se dignara escribirlo.

Nota:  Pascal debía entender que escribir una novela debía  ser el compromiso ineludible de encontrar las palabras, no importa cuales fueran, pero que tuvieran validez para uno mismo, que llegaran  a la verdad y estuvieran más allá del espejo a la hora de peinarse





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