lunes, 25 de abril de 2011

Capítulo 27 LÁGRIMA DE NIÑO

Capítulo 27  LÁGRIMA DE NIÑO

 La gente con mala memoria no debería mentir, porque hacerlo requiere de entrenarse muy bien. En el marco de un mundo que  dice y es de mentiras, existen las mentiras que son nobles como la de  los Santos Reyes,  amorosas y buenas si se trata de dos, mentiras institucionales, colectivas, con pasaporte para dejar pasar verdades a escondidas, o simples mentiras de zanahoria para que el burro avance.
Pascal empezó a darse cuenta de esto, porque Julián - engendro o inconsciente - apareció en un reflejo,  la propia cara de Pascal, en el espejo retrovisor del Entrprise,  para  conversar sin voz,  agradecido por el recuerdo del capítulo anterior, pero también molesto por no haber visto más a su padre en todo el resto de la novela.
Hay verdades desde la infancia que uno cree que están quietas - le informó el personaje con tristeza, para evidenciar que todos teníamos algo que ocultar -, uno dice "es verdad y no tiene importancia" porque cree que ya lo superó. Pero la verdad también ha ido creciendo a su modo,  y uno recuerda la prisa, por ejemplo, que tenía por irse de una  fiesta siendo niño, y es porque la sabe dentro, imagina que va a estallar y quiere salir al patio, a llorar sólo, sin que nadie lo vea. Y no creas que es la vergüenza de tener un padre en la cárcel, ni la humillación de haber tenido que ir con ropa heredada de tus hermanos, cuando los grandes piensan que uno ni se da cuenta. Tampoco es el primer desprecio de una niña, que cuando uno se comió la gelatina con los dedos,  porque  no sabía cómo,  ella gritó: ¡ Ayyy...qué asco¡
Y el recuerdo de esa humillación dura por años.
No, no se trata de eso, trató de explicar Julián.
Es la verdad de pretender - quiero y no puedo - el sueño de futuro en una ciudad tan grande y adivinar, desde entonces, que uno es distinto, fatalmente distinto.
Es darse cuenta que no habrá inversión ni rédito posible en el trato; que no se podrá ser amable, educado o farsante algunos ratos, contar el mismo chiste, ni llenarse de un vocabulario que no expresa nada, sólo por quedar bien, y carece de la capacidad de fingir otra vida.
No querer aceptar que la vida es solamente esfuerzo, que tiene una definición exacta marcada por un horario y que hay que tranzar con ella si uno quiere salir adelante, es no haberle encontrado un sentido nunca.
Es - insistió Julián - prever aquellas conversaciones donde existe solamente una respuesta amable, condescendiente, pero nadie dice la verdad, nadie quiere comunicarse, ni se conmueve por nada.  Es no haber hecho un esfuerzo por ser hacer algo más que pintor, poeta o director de cine, en una ciudad donde no se hace cine, y no obstante caer siempre en el papel de espectador, y recrear para uno mismo las escenas, como si se estuviera filmando un argumento de ficción porque no quiere ver la realidad.
Hay verdades pasmosas, subversivas, infiltradas en la boca de alguien con intención terrorista   -  sentencio Julián - como disparos a mansalva que de repente se oyen,  y que pueden llegar a ser peores que los que tú escuchaste  durante la guerra sucia en Buenos Aires.
No comprendes nada…. pum.
Te vas porque no te quiero… pum.
Este es su cheque de liquidación…..pum.
Y con tres disparos basta.
 Esas verdades terribles suceden a cualquiera en la vida, pasaron antes o están aquí y ahora, pero tú ni te das cuenta,  a causa de este capricho por la novela.  Lo único preocupante, lo que nos hace falta a los dos, es la herramienta de la verdad como algo simple, para que nuestra vida deje de ser literaria, imaginativa,  pretenciosa,  o de plano neurótica.
Necesitamos la aparición de la verdad como un  milagro humilde que se aprendió a respetar y que nadie nos dijo, una verdad que sirva de algo y nos salve a los dos. Dijo finalmente el personaje.
En ese momento Pascal recordó todo el tiempo que instalado en el mundo social, dejó pasar sin preocuparse por decir una simple verdad que no fuera matizada por la autoafirmación; por sentirse siempre mejor que los demás, por ser dueño de la conversación y obtener un reconocimiento momentáneo, o por buscar alguna forma de complicidad que le diera consuelo.
Quizás Julián, en su pobreza, sí pudo vivir formas de verdad que le aseguraran  la convivencia cierta, una necesidad de defenderse hermanado con los otros y logró  ejercitar formas de complicidad como el robo, el miedo, o el compartir la droga.  Cuestiones  que eran ajenas a Pascal, o que había decidido que así fueran, quedándose sin un parte.
Porque Pascal vivía  la práctica de la mentira en forma muy inútil,  buscando su pertenencia a una clase social que vive sin enterarse, siquiera de lo que sucede  en una ciudad tan grande, que encierra a muchas otras, pero donde se puede conservar una visión falsa del mundo,  y donde se pasa muy fácilmente al acto de mentirse a sí mismo para hacer de esto un “estilo”, una personalidad y una caricatura de sí mismo,  hasta para escribir.
Pascal se sabía  instalado en verdades literarias que usan el uniforme cortado con la misma tijera y el mismo molde de las frases hechas; algo así como "hacerse viejo", "extrañar a la madre", “no tener dinero” o "estar siempre sólo".
Ciertamente había otras verdades aún más sencillas y más importantes que uno encuentra en la ruta que va directo al inconsciente, en la plática honesta con Julián.  Pero Pascal sabía que ese recurso conduciría al fondo de ese callejón del que no se puede salir si no es regresando hacia atrás, y prefirió circular sin rumbo en otras calles.
 Pascal debía poner de su parte para permitir a Julián llegar a esas verdades – necesitas una terapia, brody, se atrevió a decir Julián - sin que a él le diera pena o sintiera culpa, y para que el personaje descorriera  la cortina de palabras de lo que estaba escrito y reflexionara por sí mismo.
Pero sucede siempre - protestó Julián-,  que una forma mentirosa de consuelo se te aparece después de que lo piensas escribir, y entonces inventas la manera de dar un rodeo que casi siempre desemboca en lo cursi, nadie me dice a mí la verdad y se me olvida,  a mi también,  la intención de intentarla.
Y es que tu obligación debe ser la de procurar la verdad cada vez que puedas – Julián trató de convencerlo - así como realmente eres, tonto de capirote, solo de verdad y sin remedio.
Pero para eso tendrías que buscarla todos los días desde muy temprano, como si fuera una costumbre de llegar al fondo se las cosas y tomar decisiones.
El reclamo era justo, pero la solución no era sencilla.
Pascal compartía sus penas con Julián  sin importarle que las "verdades imaginarias" afectaran  la vida de su personaje de manera diferente. Aquella locura de amar tanto y a destiempo a Ofelia,  dejó  a los dos sin mujer, sin hijo, sin trabajo, todo en una misma mañana, pero no los afectó igual.
Mientras Pascal solamente escribía, instalado en ese refugio y sin salir de la casa, Julián tuvo como destino cierto,  recoger a media calle una colilla, en una escena que se quedó en el cuaderno y no pasó a la computadora, por ejemplo,  y escuchar la voz escrita de Pascal  dentro de sí mismo que le decía que sí, que eso le estaba sucediendo a él, sin que hubiera remedio, sin poder ni siquiera gritar porque estaba sujeto por el silencio de lo escrito..
Julián había llegado a la conclusión que si nadie le aclaraba la verdad, era porque no existía, en términos de la novela, nadie que viniera a explicarla y sólo la presencia de los demás podía salvarlo, pero por culpa de su autor, todos “los otros” se le habían convertido en Ofelia, quien significaba “la otredad” para él, y entonces el mundo no le servía para nada, no podía encontrar explicaciones más allá de esa obsesión impuesta por su autor.
Vivía esperando una señal de Pascal, su compasión, su abrigo, su envío de paz y tanto escondrijo de su parte era una tontería o un empeño de seguir escribiendo y no tener un final.
Pascal asimiló estos argumentos con el egoísmo propio de quien escribe, pero sabiendo que era cierto. El personaje tenía razón, había verdades que las sabíamos de antes y que se dieron como "lágrima de niño", esa plantita que primero crece poquito sobre una roca y cuando no se quita a tiempo, invade todo un jardín como si fuera una  plaga.   

Nota.- Informo a cualquiera de los dos, que en el mundo fáctico el closet sigue sin arreglar. Así que ustedes sabrán.











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