martes, 26 de abril de 2011

Capítulo 16 SER INCOMPRENDIDO

Las madres solteras se arreglan para salir a pasear los domingos con sus hijos, verlos patinar en el parque o tomar un helado en la calle.  Vacunadas contra un encuentro más importante que el que ha sido, las madres solteras de una de las ciudades más grandes del mundo se aburren los fines de semana y toman una taza de café, justo cuando sus hijos corren alrededor de una mesa donde hay familias completas.
Comenzó a escribir Pascal en su cuaderno, sin saber que acomodo tendría en la novela esta reflexión.
Ellas cumplen su misión, se adueñaron del milagro, vuelan sobre el error, fingen no arrepentirse - siguió escribiendo -  después que había decidido tomar una cerveza en compañía del inseparable “Rouge”.
Pero igual se aburren, propuso Julián Rojo, antes de que Pascal siguiera con el siguiente párrafo.
Y es que él pensaba que eso “de volar sobre el milagro” era muy cursi y  podía ser cierto, pero no los viernes por la noche - y era viernes por la noche – que las madres solteras salen a la calle con la ilusión renovada de ver que pescan.
Y era a causa de todo eso y de la soledad, o por detalles como ir a cerrar puertas, asegurarse de que los niños estaban bien tapados, o quedarse viendo la televisión hasta muy tarde, que la mujer que estaba en la mesa de junto tendría que terminar hablando con ambos, de ahí pasar al cuaderno y sí Julián tenía suerte, obtener la confirmación de su aventura en la computadora.
Para salir de la crisis, de la voluntad en crisis, había que tener ilusión. Nada puede hacerse si no hay ilusión, pensó el personaje, y mi deber es convencer a Pascal de que escriba algo que no sea tan  triste, algo que nos alegre a todos. 
Si Pascal sintiera un poco de entusiasmo - pensó - podría dejarme intentar conquistar a esta mujer que está enfrente de nosotros, sin tener que hacer nada más que seguirme. Entonces podría decirle a ella que en cierto modo yo soy también una víctima, un abandonado, un incomprendido, un solitario en busca de una oportunidad y de un encuentro.
La suma de dos soledades ese viernes, haría que la mujer de enfrente, en menos de dos días,  me invitara a cenar a su casa y una vez ahí, tomaríamos una copa, abriría una lata de jamón endiablado, como una especie de conjuro,  y  terminaríamos juntos en la cama.
Julián Rojo siempre estaba dispuesto a seducir a la menor provocación y  ya tenía planeada una estrategia; una vez que lo hubieran invitado, lo primero que haría sería  ver muy bien el closet donde se guardaban los abrigos de las visitas.
Ahí, del lado izquierdo, estaría un curso de francés y las canciones que estuvieron de moda hace como diez años, del lado derecho el martillo, las tuercas, los fusibles para arreglar la luz y todas  esas cosas que se utilizan en el mantenimiento una casa.
Vive sola.
Se diría en ese mismo instante Julián Rojo.
“-¿Qué vas a poner? Se oyó desde la cocina.
-Primero, orden en mi vida.
Respondió maquinalmente Julián, antes de escoger una música suave y como una respuesta que ofertaba, sutilmente, la posibilidad de un  porvenir compartido.
El profesional del encuentro comenzó a imaginar  que la magia de la literatura haría posible toda una serie de momentos donde se diera la  verdadera intimidad y el reinventarse también; que podrían amarse varios días sin salir,  preocupados sólo por guardar misterio y aunque hubiese mucho que contar se evitarían las preguntas inútiles y llegarían a conocerse por las rutas inexploradas de la pupila, como un camino perfecto para que el deseo actuara repetidamente por su cuenta.
Si esta idea lograba escribirse, no habría tanta necesidad de la intervención de Pascal, pues lo importante era estar ahí, en la acción, sin muchas descripciones y  ya luego ver que pasaba.
 ! Como no apostar a que esto fuera cierto!
Antes de él, seguramente ella se había enamorado sólo una vez y a últimas fechas se ocupaba de atender a un colibrí que llegaba a su jardín. Sabría leer la suerte en las cartas, estaba preocupada por envejecer, tenía dos hijas  y cambiaba sola los fusibles porque no tenía un hombre que la ayudara.
¿Qué otra cosa más necesitaba saber Julián?
Tuvo un poco de miedo, fingió una sensación de infarto, pero se atrevió a decirlo:
-         Yo creo que quizás somos esa parte que Dios envía, yo a tí, tú a mí, como una forma de conocerlo.
". Yo a ti, tú a  mí, como una forma de conocerlo”, volvió a leer Pascal Lezama en el cuaderno, complacido por el acierto de la frase..
 Pero no podía dejar solo a su personaje en una historia tan irreal. Afuera llovía, había estado lloviendo durante horas y uno suele creer que las cosas pueden darse bien en esa circunstancia,  pero no es así. Siempre que llueve uno cree que puede darse el lujo de ser cursi o marcar un teléfono y cambiar el  destino de alguien, pero eso no es cierto.
Las virtudes de la lluvia son harto conocidas y sobre ellas existe una leyenda,  pero en realidad son  poco científicas y algunas cosas como detener el tiempo, propiciar encuentros, hacer que uno se quede, creer que alguna gente se te queda mirando con intención amorosa, o que  las banquetas se vuelven de plata por obra de Rey Midas en las colonias pobres, es algo muy, pero muy subjetivo.
Para mala suerte de Julián, Pascal Lezama tuvo la certeza, antes de intentar escribir un desenlace, de que la gente normal no espera cosas tan irreales ni tiene encuentros de esta naturaleza; que regularmente no se sale a buscar un encuentro si está lloviendo y que la mayoría tiene siempre una pareja que se queda con ella hasta el día siguiente, llueva o no.
Entonces repasó en cuántas ocasiones él se había sentido "incomprendido" al regresar a su casa, antes de conocer a Ofelia y compartir su magia, y que esa era la realidad,  una situación bien distinta de la que imaginaba su personaje.

 Ser incomprendido no era un requisito que propiciaba una aventura en la calle, ni tampoco ofrecía la oportunidad de renovarse en un encuentro.

Ser incomprendido era sentir que alguien nos mira desde la puerta del baño, con la cara lavada y un camisón largo, pensando que escribir un poema es una tontería que quita mucho el tiempo, y que tener tantos libros sirve solamente para acumular  polvo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario